Arquitectura, Tiempo y Conciencia

 

Pilar Ribal i Simo

2014

 

 

 

“Les temps et les lieux se heurtent, se juxtaposent ou s’inversent, comme les sédiments disloqués par les tremblements d’une écorce vieillie”.

Marc Augé1

 

 

 

Mientras que las comunidades que aún viven en un presente eterno protegen el entorno natural que los acoge, transmitiendo su rico patrimonio cultural inmaterial y sus conocimientos técnicos oralmente de generación en generación, el hombre occidental se relaciona con un paisaje cada vez más heterogéneo y cambiante. Para esa fracción cada vez mayor de humanidad civilizada, las ciudades son “un sedimento dislocado” de tiempos pasados y presentes, un acelerado campo de signos cuyas formas antiguas y recientes se entremezclan, compitiendo por hacer visibles sus simbolismos y alzándose desafiantes como testimonios irrefutables de tiempo y conciencia.

Ingente repertorio de pensamiento construido, las yuxtaposiciones arquitectónicas de épocas y estilos en un mismo paisaje humano fortalecen la sensación de tiempo vivido y evidencian las distintas influencias de una identidad cultural forjada a través de los siglos.

Sólo la homogeneidad urbana de algunas ciudades recientes2 confunde la geografía de un paisaje donde yanadapareceverdad, con sus imponentes edificios-pantalla y sus grandes avenidas, con esos barrios residenciales de nueva planta prácticamente gemelos, con árboles de rápido crecimiento suplantando especies autóctonas, con iguales vehículos recorriendo todas las calles del planeta, con las mismas cadenas de restauración esperándonos en cada esquina… o esos “no lugares”3 industriales y comerciales donde se pierden las referencias espacio temporales que sí nos brindan las ciudades históricas.

Mucho tiene que ver con la necesidad de diferencia que caracteriza al hombre actual el fenómeno conocido como “ansia de pasado”, que empuja al turista del siglo XXI a buscar el contraste que proporcionan los centros históricos, los conjuntos monumentales o incluso esos destinos exóticos del turismo cultural internacional donde podemos todavía caminar sobre antiguas piedras. Como bien expresa Marc Augé, “les ruines existent par le regard qu’on porte sur elles”.4

Cuanto mayor es la presencia de lo nuevo más parece el hombre actual precisar de la estabilidad de lo conocido. Ante la liquidez de este presente donde todo es cada vez más fugaz y de rápido consumismo, todo aquello – entorno, monumento o práctica- que posee un valor histórico material o inmaterial es objeto de un interés creciente.

No hace aún tanto tiempo que existía la costumbre de derribar “lo viejo”. Mucho antes de que las desastrosas pérdidas patrimoniales que sufrió Europa durante la II Guerra Mundial promovieran la creación de la UNESCO y su famosa lista del “Patrimonio de la Humanidad”, las nuevas generaciones sustituían y transformaban hasta los edificios más emblemáticos de sus abuelos. Los vencedores desposeían a los vencidos de las formas culturales que les eran propias, los nuevos dueños insertaban otros estilos en sus viejas moradas, y lo nuevo, todo lo nuevo… venía a ser deseable y bueno, aunque esa bondad fuera a menudo sinónimo de algo tan perecedero como los cambiantes gustos que se sucedían cada vez más rápidamente.

Es una práctica que se descubre en los numerosos estratos arquitectónicos de las más antiguas ciudades y que también encontramos en Palma de Mallorca, con sus amplios palacios de antiguos orígenes revestidos de la nobleza del Barroco y cuya espléndida Catedral junto al mar ha sido objeto del último trabajo fotográfico de Roland Fischer, expresamente realizado para su proyecto expositivo para la Planta Noble del Casal Solleric. Construida sobre antiguas piedras paleocristianas, romanas y árabes, esta antigua parcela de la capital balear está ocupada por el que es posiblemente el único templo de la cristiandad cuya torre se orienta hacia la Meca en recuerdo de su antigua condición de Mezquita durante la dominación islámica de la isla, lo que es una de sus muchas singularidades5.

Mostrar la diversidad cultural del mundo actual es uno de los objetivos que persigue la cámara de Roland Fischer. El artista alemán de los grandes retratos, ese maestro de las calidades perfectas y las distancias elegantes, sabe conjugar su admiración por la historia del arte con su fascinación por la arquitectura contemporánea. Así, al igual que recorta sobre el agua el busto de los retratos de sus modelos para asemejarlas al de Nefertiti, es capaz de interesarse por las más radicales aportaciones de la arquitectura contemporánea.

Y es que no hay obra de Roland Fischer que no hable de la huella del hombre y del mundo que nos rodea. Tanto cuando nos revela su amor por un recóndito jardín como cuando nos seduce con la contundencia visual de una hermosa fachada abstracta, su obra aparece como un ejemplo de empatía hacia tradición e innovación. No en vano podemos considerarlo un impenitente buscador de formas culturales, un exquisito cazador de tiempos de conciencia.

Es cierto que la democratización de la vivienda a partir del concepto de habitación promovido entre otros por Le Corbusier introdujo esa estética reiterativa del módulo que muchos afirman que no puede competir con la nobleza de lo antiguo. Pero también lo es que la arquitectura contemporánea es capaz de sorprendernos con sus increíbles propuestas, ya sea inspirándose en elementos tomados de la naturaleza, como aplicando conceptos visuales de la tradición pictórica; bien sea por el uso de materiales experimentales que permiten elevar hasta alturas inimaginables un edificio o por su capacidad para armonizarse con las obras del pasado6.

La mirada de Roland Fischer persigue ese hecho esencial, ese valor tangible e intangible que tiene la buena arquitectura de cualquier tiempo y lugar. No cabe duda de que la relación de la fotografía con la arquitectura no podía ser más idílica: los ejemplos de los trabajos artísticos de los grandes fotógrafos contemporáneos son una evidencia irrefutable. Es gracias a la encomiable labor de tantos artistas de la imagen como se renueva la puesta en valor de los más diversos paisajes, desde los más anodinos entornos urbanos hasta las más espectaculares imágenes de todos los tesoros naturales o culturales de la humanidad. A través de la fotografía hemos comprobado también no sólo lo bello que hay en la obra del hombre, sino también el bochorno de la pobreza y la precariedad.

Pero de todas las miradas, la de Fischer sobre la arquitectura tiene algo de excepcional: ese trato equidistante que brinda tanto a un vestigio antiguo como a las muestras de la creatividad actual. Probablemente ése sea uno de los grandes logros de la obra del artista: hacer que nos parezca tan igualmente digna la imagen de la más renombrada catedral o conjunto monumental como los perfiles radicales de una anónima residencia particular.

Y porque todo tiene su lugar y su razón de ser, mientras la Alhambra de Granada o la Catedral de Palma desvelan y ejemplifican ese pasado multicultural en el que la arquitectura servía a los poderes políticos, religiosos o aristocráticos, las nuevas construcciones y los elementos arquitectónicos cuidadosamente elegidos por Roland Fischer reflejan no sólo el impacto en la conciencia contemporánea de una estética artística7 que está plenamente asimilada por los grandes museos y su multiplicación en todos los rincones del mundo, sino también cómo se manifiesta simbólicamente el poder financiero de las corporaciones internacionales y de las grandes fortunas privadas en esa exclusividad que consiste en poseer la obra de un arquitecto internacionalmente reconocido. Está comúnmente aceptado que, desde los tiempos de aquella “casa de Adán en el Paraíso”, título del famoso ensayo de Joseph Rykwert8, el hombre proyecta en la arquitectura su concepción del mundo, su imaginario y sus capacidades técnicas.

Ya se trate de palacios árabes o de templos asiáticos, de edificios en sombras o del detalle de un elemento decorativo, Roland Fischer – como bien decía Javier Panera9 – “logra extraer el mayor partido posible al potencial escenográfico del medio fotográfico (…) amplificando esa ‘visibilidad’ (o corrigiéndola digitalmente para) hacer aparecer aquello que estaba presente y no éramos capaces de percibir. El recurso que utiliza es tan elemental como efectivo: se reduce el encuadre y se amplia el formato”.

Esa particular reconfiguración de la realidad “bajo sus reglas” que hace que Fischer ajuste los márgenes de la composición fotográfica al tamaño real de una ventana, que muestre toda una fachada o que introduzca detalles adicionales en la composición, afloró también en una conversación con Bea Espejo10 en la que el artista reconoció su intención de captar lo que denominó “tercera” realidad, esa “que demuestra que incluso en la fotografía, el significado no queda limitado a lo que podemos reconocer”.

En su ensayo El beso de Judas. Fotografía y verdad, Joan Fontcuberta cita a Kershner, que escribió que “la mente del hombre es capaz de todo, porque todo en ella está contenido, tanto el pasado como el futuro”.11 En este sentido, la exposición de Roland Fischer Architectures en el Casal Solleric supone una excepcional oportunidad de ver reunidas en un mismo espacio tantas series dedicadas a proyectos arquitectónicos, con todo lo común y de diferente, de coincidente y dispar que hay en ellos y en el punto de vista del artista, haciendo que su observación ponga a prueba lo que Rosalind Krauss llamó “el inconsciente óptico”. Es precisamente esa capacidad de relacionar información visual lo que nos convertirá en intérpretes privilegiados de ese mundo tan culturalmente rico que se despliega ante nosotros.

Exquisito fruto del talento y la sensibilidad humana, a través de las obras de Fischer observaremos tanto la belleza implícita en esos conjuntos arquitectónicos cargados de historia como la claridad constructiva de una obra del siglo XXI. Será ésta una experiencia que nos hará pensar también en la cercanía que existe entre lo ficticio y lo real y en la inteligente forma como Roland Fischer se enfrenta al dilema de la elección de ese motivo digno de ser objeto de sus series fotográficas.

Apreciaremos detalles que nuestros ojos no podrían haber descubierto sin la ayuda de la perfección de la técnica fotográfica digital. Analizaremos las proximidades y las distancias que separan estas interpretaciones de estudio de la realidad que contemplamos al visitar un monumento o caminar por las calles de una cierta ciudad. Rastrearemos la influencia de aquel pintor en el programa de ese o aquel arquitecto… y compartiremos, en suma, con el artista esa experiencia singular que es descubrir el mundo reformulando la entidad de lo visible.

Comprenderemos, finalmente, que no existe un tiempo sin espacio y una conciencia que lo interprete. Que la arquitectura es también mirada y percepción. Como ya dijimos una vez “el mundo de Fischer es desde luego un mundo seductor, un espacio conceptual donde los opuestos conviven en perfecta y armónica construcción, una construcción mental, una fábula contemporánea que tensa el arco de nuestras emociones”.12

 

 

Pilar Ribal is the director of Museo Casal Solleric in Palma de Mallorca

 

 

1.Los tiempos y los lugares chocan, se yuxtaponen o se invierten, como sedimentos dislocados por los temblores de una envejecida corteza. Ver: Augé, Marc: Le temps en ruines. Editions Galilée, París, 2003, pág. 13.

2.Como algunas de las ciudades asiáticas o de los países del Golfo que son resultado de una estricta planificación y rápida construcción.

3.Ver: Augé, Marc: Los no lugares. Espacios del anonimato. Antropología de la sobremodernidad. Editorial Gedisa, 1993.

4.Las ruinas existen gracias a la mirada que se posa sobre ellas. Ver: Augé, Marc: Le temps en ruines. Editions Galilée, París, 2003.

5.Además de esta peculiaridad, cabe citar el valor artístico del gran rosetón central –uno de los mayores del Gótico-, la amplitud y altura de su nave central, o, entre otras, las intervenciones de Gaudí y de Miquel Barceló en sus espacios interiores.

6.Como ocurre, entre otros ejemplos, con la famosa pirámide de cristal que determina la zona de acceso al Museo del Louvre.

7.Algo que es común a toda la historia del arte y la arquitectura.

8.Este ensayo, de 1971, analiza la idea y la evolución del concepto de construcción arquitectónica a través del tiempo, partiendo de la primitiva cabaña

ejemplificada por “la casa de Adán” hasta la actualidad.

9.Ver: Panera, Javier: “El tamaño sí importa –Seducción y “Abstracción Postográfica” en la obra de Roland Fischer. En el catálogo publicado con motivo

de su exposición retrospectiva en el DA2 de Salamanca en 2011.

10. Ver: Espejo, Bea: Roland Fischer. “España tendrá un papel importante en el futuro del mundo del arte”. Entrevista publicada en El Cultural del 25 de septiembre de 2011.

11. Ver: Fontcuberta, Joan: El beso de Judas. Fotografía y verdad. Editorial Gustavo Gili, S.A.,Barcelona, 1997, pág. 67. Ver: Ribal, Pilar: “Roland Fischer, el gran seductor”. Publicado en El Cultural el 2 de septiembre de 2011.

 

 

 

Pilar Ribal, „Arquitectura, Tiempo y Conciencia“ in: Roland Fischer ARCHITECTURES, Museo Casal Solleric, Exhibition Catalog, Palma 2014

 

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